10 mar. 2007

84 días


“pero fallaste mi guru,
se te olvido enseñarme que hago
si no estas tu”



3 meses, 12 semanas.
2016 horas.
120.960 larguísimos minutos.
… 84 eternos días la espere.
Pero llego el día de reencontrarnos.
Indescriptible seria si tratara de mencionar cuanto me costo su ausencia.
Definitivamente sabía desde el primer momento que volvería a verla. Ella lo dijo muy claro: -“no serán mas de 3 meses, amor”.
Y le creí, como siempre le creí. Porque nunca me había mentido, jamás ni siquiera una duda, siempre tan sincera, siempre tan transparente. Perfectamente pulcra, casi perfecta si cabe, bella, inteligente, sabia.
Tanto aprendí de ella. “El valor de las cosas no esta en el precio”, dijo una vez, y cuanta razón tenia, sino que en el momento no comprendí lo que me estaba diciendo.
Me enseño que en la vida no hace falta tener un millón de amigos, como dice la canción; con unos pocos, que no jodan, es suficiente. Comprendí la diferencia entre amistad y amigo de verdad. Para mi era lo mismo, hasta que llego ella con sus zapatos rojos a enseñarme que es distinto contarle una aventura a trescientos que una verdad a uno solo que tenga la vocación de escucharla.
Lleno cada día de mi vida juntos de alegría, de calma, de paz. Con sus palabras, con sus gestos, con sus ganas de vivir a pleno cada momento.
Soñaba tanto…, se pasaba el día soñando aun despierta, porque sin sueños no hay vida amor, solía decir. Y cuanta razón tenía. Cuanta sabiduría encontré yo en ella, una mujer tan simple, un alma tan compleja.
Antes de conocerla mi vida no había sido mala tampoco, al menos eso creía hasta que la conocí. A partir de ese día cada espacio era copado con su frescura, con sus ideas locas de ver el deshielo del Perito Moreno cada cuatro años hasta que la vida le dijera basta. Con su sueño de volver a Asís.
Todo fue una casualidad.
Caminando por Junín y despistado como siempre me quede mirando el semáforo en rojo para peatones, absorto, porque no sabía ni que existiera. Después de un día tormentoso y con un viento insoportable de un momento a otro brillo el sol y tropezamos. Ella venia detrás de mí y al yo voltear me la enfrente, cara a cara, cuerpo a cuerpo, alma a alma.
-“Perdon”, dijo con una suave y dulce voz.
Desde ese momento supe que nunca más podría vivir sin ella. Fue el instante más largo y maravilloso que había vivido en mis 28 largos –o cortos según quien lo vea- años.
Zapatos rojos, falda negra, blusa floreada. Deslumbrantemente despeinada producto del viento irreverente que muy a su pesar no logro opacar su belleza. De piel blanca y tersa y ojitos azules, aun sin maquillaje se le veía hermosa. No contaba entre sus virtudes con la cualidad de ser femenina por decisión, era involuntariamente hermosa.
-“No, disculpame vos”, le dije con una voz tímida y pausada.
No entendía por que por dentro mío mil mariposas revoloteaban. Amor a primera vista es cosa de telenovelas. No era eso.
No lograba comprender por que me sentía así, tan vivo, tan impresionado, tan atormentado a la vez. Quizás porque intuía que a partir de ese instante mi vida ya no seria igual. Tal vez porque sabia que ya yo no seria el mismo. Ese día, ese maravilloso día de Junio, la conocí.
Como todos los libros y dibujos que llevaba consigo cayeron al piso tras el encuentro, me incline rápidamente a levantarlos. Sin afán de inmiscuirme pero victima de una gran curiosidad intente registrar en mi mente lo que durante ese largo minuto ayude a recoger en el mas absoluto silencio. Había decenas de hojas llenas de escritos, dibujos, partituras y apuntes. Dos o tres libros de Benedetti y otro más de Neruda también cayeron al suelo. Y un CD dio a parar en uno de los charcos que la lluvia dio a luz.
-“No importa, que mas da… lo quemo de nuevo, solo era música, las cosas que duelen si hay que dejarlas atrás y olvidarlas, esto solo es música”, dijo como si nada hubiera pasado.
Atormentado de vergüenza le creí, tenia la capacidad de darse a entender con solo una mirada, pero aun así me sentí responsable.
-“No, decime que era y yo te lo consigo”
-“Bueno, si eso te hace sentir mejor…”
Fue mi pasaporte al viaje mas hermoso y santo que jamás había realizado.
Ese “bueno, si te hace sentir mejor…” significaba volver a verla, volver a mirarla, a sentirla, a olerla, de algún modo a tenerla conmigo otra vez.
-“Vos me llamas?”.
Que? Me estaba dando la chance de poder acercarme aunque sea por teléfono de nuevo a ella. Me puse nervioso.
-“Celeste, mucho gusto, vos sos…?”
-“Diego, el gusto es mío, a donde te llamo?”
-“Apunta en tu celular, 99458457, es el ultimo de Arjona, seguro lo queres grabar vos? Mira que no hay drama eh…”
Que simple era ella, tan dulce, tan efímera, tan suave.
-“Claro, si no me sentiría fatal. Te lo consigo y te llamo…”
-“Okey, un gusto, nos vemos” Y se fue.
Y me quede solo, pero con su recuerdo, con su frescura, con su resplandor que opacaba al mismo sol de Junio, ese Junio que ya nunca olvidare. Me quede solo con su recuerdo, con sus ojitos azules latiendo todavía en mi mirada, con el cantar de su voz. Me quede solo? No, después de conocerla ya nunca estuve solo, aun si ella no estaba presente alguna vez.
Así nos conocimos, fortuita, casual y benditamente.
Celeste me hizo ver la verdadera perspectiva de la vida. Celeste, Celeste, con su nombre tan mágico, casi tanto como ella.
Por que me podría haber pasado algo así a mi? Conocer una mujer así, Dios, era lo que nunca me hubiera podido imaginar.
Me acuerdo cuando decía “soñar es como un pucho prendido, tenes dos opciones, o lo fumas y te hacer hacedor y actor del sueño o dejas que el aire lo consuma. Vos decidís”.
A veces no la entendía, lo confieso, me costaba mucho traducir sus códigos en ciertas ocasiones. Pero el solo hecho de la magia que representaban sus palabras me ponía como un pelotudo. Dios, no, estaré enamorado? Que es eso? La preguntita directa, la respuesta incierta.
Sabia que si, que esa no era una mujer, era “la” mujer, esa que siempre había pensado que no existía. Esa sin la cual la vida ya no seria igual, sino un infierno.
Me enseño a compartir las cosas, las cosas simples, las complejas, las risas, los llantos, la pena.
Me enseño que en la duda esta la respuesta, solo que uno es quien no sabe buscarla.
Me enseño a apreciar una flor por su color y su forma, sobre todo por lo que representa.
Descubrí que una canción es más que una rima repitiéndose una o mil veces; que un aroma puede ser sensual; que la risa de un niño puede ser felicidad, y su llanto, morir.
Me presento el mundo de los sentimientos y los sentidos.
Me introdujo a la atmósfera de los sueños, ese del cual yo no tenia idea de que existiera. Me dejo soñar, me enseño a hacerlo.
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-“No serán mas de tres meses, amor”
Celeste, Celeste, Celeste. Como iba yo a decirle que no. Ese viaje lo tenía planeado hacia más de cuatro años. Y tenía que ir sola, no porque yo no quisiera acompañarla ni porque ella no pidiera mi compañía, sino porque ambos sabíamos que tenía que ser así, ella y su sueño. Como lograr esperar y soportar esos tres largos meses no lo sabía aun, pero le dije -“Claro, viví tu sueño, hacelo realidad. Es tuyo. Me hace feliz”.
¿Me hace feliz?
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7.257.600 segundos después llego el gran momento. Por fin volvería a verla. Había soñado cada día y cada noche durante su ausencia con ese instante. Todo estaba pensado, planeado, planificado.
-“Planificar te condiciona amor, deja que las cosas surjan nomás”, siempre me decía lo mismo. Pero yo no pude con mi genio. Pensé cada detalle, cada palabra, cada cosa estaba estipulada previamente para no cometer errores y que no “surja” nada inesperado.
Llego el día, y cuanto no tendría para contarme después de haber hecho realidad su sueño, pero tres meses… tres eternos y agotadores y largos meses… fue mucho.
El valor de las cosas no esta en el precio.
Deje que el aire consumiera mi pucho…
Una vez, hace tiempo, me dijo que uno no puede ni debe aferrarse a las cosas mundanas.
Me acuerdo el día en que compartimos un picnic en el parque Avellaneda. Se queda hipnotizada mirando a los chiquitos jugar, corto una flor y se la puso en el pelo, detrás de la oreja, y no dejaba de reír, como si uno se pudiera emborrachar con coca cola. Que capacidad inmensa tenía para hacer de cada momento un momento único. Podía encontrarle el sentido a las cosas sin mucho esfuerzo, inclusive a aquellas que no parecían tener un sentido.
Después del picnic de sándwiches de atún y gaseosa, con una sonrisa en los labios me dijo:
-“Ahora si, llego el momento, es hora del viaje. El deshielo empieza en dos semanas…”
Bueno, la verdad me choco. No sabría como describir el encontronazo de sentimientos que sentí en ese momento.
Celeste haría realidad su sueño, que felicidad me daba.
Pero debía ir sola, era parte del asunto.
Y yo me quedaría solo también, era la parte fea. Pero sabia que acompañarla no era meritorio, “su sueño” debía concretarlo sola.
Así que preso de la alegría, la felicidad, y la pena a la vez, la abrace y le dije:
-“Vas a disfrutarlo muchísimo, estoy feliz amor…”
-“Te gustaría…” dijo tímidamente.
-“No”. La interrumpí. “Ni lo digas. Es tuyo. Vos tenes que hacerlo. Lo concebiste antes de mi y así debe ser.” Y cambie rápidamente el tema para no forzarnos a nada.
Lo que siguió del paseo fue hermoso, como siempre cuando estábamos juntos, pero algo era distinto en mí. No sabía como afrontaría el hecho de no verla tanto tiempo.
“Celeste: Te amo como nunca pensé amar a nadie. Se que volverás. Cargando tu mochila de experiencias y aun mas sueños que nunca. Te extrañare de cuerpo y de alma, pero contare cada uno de los días que transcurran hasta volver a verte. Disfrutalo, sentilo, gozalo, vibralo. Yo estaré aquí, esperando…”
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Pero los días comenzaron a transcurrir durante su ausencia y, simplemente, no pude resistirlo.
Un sentimiento de vacío interior se apodero de mí cada día un poco más. La extrañe tanto, la necesite tanto, la llore tanto…
Que es mi vida sin ella? Sin la chiquita dulce y tierna que me llena los días del mas profundo sentimiento de plenitud y felicidad? Como podría soportar yo que ella cumpla sus deseos otra vez? Como manejaría mis desilusiones, mis sufrimientos, mi desdicha de no tenerla a mi lado una vez mas?
Celeste, todo me enseñaste cuanto me ha hecho mejor persona hoy, todo, excepto a olvidarte. Extrañe cada uno de estos 84 días tu sonrisa, tus caricias, tus ideas, tu presencia aun cuando nos alejábamos aunque solo fura un rato.
Las cosas que duelen hay que olvidarlas, y dejarlas atrás.
A las 5.30 AM llego tu avión. Ahí estaba esperándote.
No sabía bien como lo haría pero tenía que hacerlo.
Todo me enseñaste, excepto a olvidarte. Eso era imposible.
No sabía como hacerlo, pero lo hice.
Apenas te vi cruzar la barrera de los que llegan de los vuelos me acerque.
Estabas hermosa, como siempre.
Estabas radiante, como siempre.
Estabas feliz, como siempre.
Pero yo ya no era el mismo de siempre. Te había extrañado demasiado, sabía que ya no podría resistir algo parecido nunca más.
El valor de las cosas no esta en el precio.
Mi viaje hermoso y santo había llegado a su fin…
-“No puedo vivir esto de nuevo Celeste.”
Te quiero Celeste, te quiero.
Me costo 200 dólares, tome el arma y te mate.
El valor de las cosas va mucho más allá que el precio.
Te quiero Celeste, siempre te querré…

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